sábado, 3 de marzo de 2012

¿Que sentido tiene la jactancia?

“No te jactes del día de mañana, porque no sabes que dará de
si el día”. (Proverbios 27:1)
Es perfectamente válido pensar y planear el mañana,
proyectarse al futuro; no solo es válido, es necesario hacerlo, es un acto
sabio, inteligente, prudente; al fin de cuentas, el ser humano es la única criatura
con la capacidad de anticiparse al futuro.
El tema en este caso no es soñar, pensar o proyectarse al
futuro; sino la inflexión del que se jacta, es decir, “ese cambio de acento o
de tono en la voz”, ese comentario con tono de orgullo, con aire de prepotencia,
autosuficiencia, esa actitud que se percibe de altivez, arrogancia; que deja un
sinsabor que no termina gustando.
Nadie es dueño del hoy ni del mañana; porque no sabemos con
exactitud la cuenta de nuestros días, ni el papel de la circunstancias; solo
Dios sabe en realidad que va a suceder.
El apóstol Santiago nos recuerda el sinsentido que resulta gloriarse o
vanagloriarse respecto del mañana:
“! Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal
ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis
lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y
luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais
decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. (Santiago
4:13-16)
No se puede confundir determinación con obstinación. “Lo voy a hacer y nada ni nadie me va a impedir
que lo haga”. Es el tono lo que molesta;
detrás de una frase hay una actitud encubierta; como bien puede ser una firme determinación
indeclinable a no renunciar a un ideal, puede ser de igual forma, una clara
evidencia de jactancia. Es sutil, por
eso debemos ser humildes y pedirle al Señor sabiduría.
Hemos aprendido, que en muchas ocasiones, Dios se verá en la
necesidad de “torcer” nuestros planes, con el fin de “enderezar” nuestros pasos
o “proteger” nuestra vida. Por eso, resulta tan oportuno el consejo de Santiago,
es mejor decir, “Si Dios quiere, haremos esto o aquello”, que Dios haga lo que
mejor le parezca.
Dice en otro texto, “la suerte se echa en el regazo, mas de
Dios es la decisión de ella” (Proverbios 16:33)
Lo que está en juego, es la actitud, hasta que punto esa persona está
dispuesta a ser humilde y dejarse guiar, a reconocer que puede estar
equivocado, a aceptar que sus planes pueden cambiar o ser mejorados.
Jesús enseñó acerca de un hombre que tenía muchos planes, “haré
esto y aquello”, “voy a edificar, voy a guardar… Cuando tenga mucho, voy a
reposar”. Y el Señor dice, “necio, como sabes tú, que esa noche vienen por tu
alma, y lo que has guardado, ¿para quien será? Ese es el caso de quien se hace
rico para el mundo, pero pobre para Dios.
Es mejor encomendarse con humildad, que andar jactándose y vanagloriándose.
¿Cuántos han tenido que salir con vergüenza a reconsiderar sus palabras o
afirmaciones? ¿Cuántos han tenido que reconocer que perdieron la cordura y se
dejaron llevar por la locura del orgullo y la soberbia? Es mejor callar, porque
luego de hablar descomedidamente, ¿Cómo se recogen la palabras?

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