martes, 13 de marzo de 2012

Las mujeres protagonistas de progreso

“Muchas mujeres hicieron el bien; mas tu sobrepasas a
todas. Engañosa es la gracia, y vana la
hermosura; la mujer que teme a Dios, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en
las puertas”. (Proverbios 31:29-31)
Este proverbio no solo es un hermoso elogio a la mujer sino
una justa exaltación a su capacidad, es una descripción de las múltiples competencias,
habilidades, dones, talentos, destrezas de la mujer; quien es capaz de hacer eso
y más.
Al remontarnos a la época en que estos textos fueron
escritos, hace miles de años, eran esas las actividades o labores artesanales y
factoriales del momento; no podemos decir, industriales, porque la era
industrial, llegó mucho tiempo después.
Hoy en día, cuando vivimos en la era de la informática y las
comunicaciones, la mujer también ha logrado ponerse a tono con la época, y ha
demostrado su habilidad en el desempeño de diferentes funciones acordes a la
modernidad y al desarrollo tecnológico.
Por eso resulta tan fuera de lugar, que todavía existan
algunas personas que se resistan a aceptar la evolución social que ha tenido la
mujer y su aporte al desarrollo de los pueblos.
Aquellos que insisten en confinar a la mujer a labores exclusivas de
madre y esposa, a quehaceres del hogar, no les ha amanecido el inmenso
potencial de la mujer y su papel en la sociedad.
Las mujeres no solo pueden y deben trabajar, sino que quieren
hacerlo, y de que manera cumplen con su labor. Hay suficientes razones que
sustentan porque la mujer debe trabajar, no solo porque la situación así lo
amerita, ya que “dos pueden más que uno”, para el caso del matrimonio; sino también
por el aporte de la mujer a mover la rueda del progreso.
Y no estamos hablando de la mujer desde la perspectiva en la
que quiere encasillar una sociedad de consumo carente de valores, que vende la
imagen o el papel de la mujer como objeto de abuso y explotación; sino la mujer
aquella que es hechura del Creador, que es baluarte para el progreso, promotora
de valores, instrumento útil en las manos de Dios para producir cambios y
construir progreso.
No se trata de presentar un discurso orientado a exaltar a la
mujer para su valía personal, o fortalecer su autoestima; que muchas han tenido
que construirla a partir de la discriminación y el rechazo; sino de comprender
el valor de la mujer y su aporte social; y mucho mas, el de aquella que actúa
movida por una escala de valores trascendentes y la fe en Dios como su
principal motor de vida.
Hace mucho rato que la mujer tomó la decisión de dejar de ser
espectadora para ser protagonista;
aquella mujer que impulsada por la fe, sabe que está para grandes cosas;
y no solamente para resignarse a la suerte o al destino que otros quieren
trazar para ella, sino para cumplir con su sentido misional de vida. La mujer del siglo XXI ha entendido que está
en condiciones de ser líder y agente de cambio en la familia, la empresa y la
comunidad.

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