viernes, 2 de marzo de 2012

La insustituible Palabra de Dios

“Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en él
esperan. No añadas a sus palabras para que no te reprenda, y seas hallado
mentiroso”. (Proverbios 30:5-6)
Le suena familiar, “Dios dijo: Ayúdate que yo te ayudare”; son
muchos los que afirman esto con un tono de sapiencia insospechada; y aunque esta
frase no tiene nada de malo en si misma, el asunto es que Dios nunca dijo eso,
o al menos eso no está escrito en la Biblia.
Este caso nos sirve para plantear una situación que puede
pasar inadvertida y como algo inofensivo, pero que en otro contexto, puede
resultar muy peligroso; hay afirmaciones humanas que se han dicho en nombre de
Dios, que han terminado en “guerras santas”.
Recuerde que “todo texto, fuera de contexto, se usa como pretexto”.
A lo largo de los siglos se han levantado hombres, según ellos
“mensajeros de Dios”, que osadamente se han atrevido a hablar, enseñar o
anunciar sobre temas, visiones, doctrinas, que nunca salieron de la boca de
Dios, sino de aquellos que de su corazón se lo inventan.
De la manera que Dios nunca dijo, “ayúdate que yo te ayudaré”,
se enseñan doctrinas humanas y se hacen creer que son el pensamiento divino
revelado a la humanidad, pero no es otra cosa, que el afán de muchos, de ser
reconocidos, exaltados, y en consecuencia, seguidos como hombres iluminados.
Dice el Salmo, “la ley de Dios es perfecta, que convierte el
alma”; eso es lo que Dios hace a través de su Palabra, transforma el alma, el corazón
humano; ese es el poder transformador inherente a la Palabra; no así las
palabras persuasivas de humana sabiduría, que no dejan de ser eso, vana palabrería.
¡Existe tanto afán de protagonismo en el corazón de los
hombres!, Hay tanta ansiedad y ambición por parecer superiores; y no semejantes
a Dios, y ese afán es el que lleva a muchos a tomarse la vocería en nombre de aquel
que nunca les ha enviado, de hablar en su nombre, o de enseñar como doctrina de
Dios, enseñanzas de hombres.
A las gentes del mundo les ha despertado una inquietante
hambre espiritual, como nunca antes, las personas están buscando respuesta a
sus interrogantes básicos, pero no la van hallar ni en la filosofía, ni en la religión,
ni en la ciencia o en aquello que la Biblia denomina, la falsamente llamada
ciencia.
La mejor manera de conocer la verdad de Dios es ir a la
fuente, a la Biblia. El apóstol Pablo
dijo: “toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. (2 Timoteo 3:16-17)

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