“El caballo se alista
para el día de la batalla; mas Dios es el que da la victoria”. (Proverbios
21:31)
Dice Covey en sus siete hábitos
de la gente altamente efectiva, “comience con un fin en mente”; esto es
fundamental para lograr un objetivo en la vida; pero en la practica no basta
con tener un objetivo, sino que éste sea adecuado. Si una persona no sabe hacia donde va,
cualquier rumbo le sirve, pero en el camino se embolata.
En la hay tres situaciones que se
pueden presentar: no tener objetivos, tener objetivos equivocados, tener los
objetivos correctos. Podría resultar
mucho mas peligroso y frustrante tener objetivos equivocados a no tenerlos; de allí
la importancia de acudir a la sabiduría de lo alto, para no apoyar la escalera
en la pared equivocada.
De otra parte, no basta con tener
visiones de futuro, sino contar con las estrategias correctas; tan importantes
son las metas como los métodos. Una persona
puede tener metas correctas, pero equivocarse en los métodos. Y volvemos a lo mismo, así la persona tenga
objetivos y metas adecuados, pero las estrategias y métodos que utiliza con
incorrectos, no logrará obtener los resultados esperados.
Por supuesto, que en todo este
proceso, los principios y valores son determinantes. Los principios y valores garantizan la
rectitud de los objetivos, nos aseguran que vamos por el camino correcto, nos
generan la seguridad y tranquilidad de conciencia de saber que estamos haciendo
las cosas bien, y son garantes de éxito.
Pero nunca olvidemos la
importancia de estrategias eficaces. De
lo contrario, nuestro trabajo quedaría resumido a buenas intenciones o propósitos,
pero sin resultados efectivos. Y siendo
honestos, no podemos pasarnos por la vida conformistas y resignados a
resultados no esperados ni anhelados, quedando con la a la deriva o al margen
con satisfacción de “por lo menos lo intentamos”.
Nadie quiere ir a una batalla, a una competencia
para perderla; de allí la importancia de lo que nos dice el sabio Salomón, de
una parte debemos prepararnos para el éxito, y hacer todo aquello que esta en
nuestras manos para que las cosas nos salgan bien y conseguirlo; de otra parte,
considerar asociarnos con aquel que tiene poder para darnos la victoria, aun en
situaciones que escapan a nuestro control o posibilidades.
Tener en cuenta a Dios no solo es
una acto de fe, sino de humildad, es una manera de evitar caer en la jactancia
y en el orgullo personal. Una de las razones más comunes de fracaso es la
soberbia. Las personas llegan a estar tan
convencidas de su capacidad y autosuficiencia, que yerran en aspectos
elementales que subestimaron o dieron por hecho.
La preparación demanda estudiar y
planear cuidadosamente una acción ante de llevarla a la ejecución, o feliz realización.
Recuerde, no es tramar, ni conspirar, ni maquinar maquiavélicamente algo,
porque en este tipo de plan no actúan los principios y valores; y en consecuencia, estaríamos actuando por fuera
del respaldo y la bendición de Dios. Por Alexander Dorado Alban.
para el día de la batalla; mas Dios es el que da la victoria”. (Proverbios
21:31)
Dice Covey en sus siete hábitos
de la gente altamente efectiva, “comience con un fin en mente”; esto es
fundamental para lograr un objetivo en la vida; pero en la practica no basta
con tener un objetivo, sino que éste sea adecuado. Si una persona no sabe hacia donde va,
cualquier rumbo le sirve, pero en el camino se embolata.
En la hay tres situaciones que se
pueden presentar: no tener objetivos, tener objetivos equivocados, tener los
objetivos correctos. Podría resultar
mucho mas peligroso y frustrante tener objetivos equivocados a no tenerlos; de allí
la importancia de acudir a la sabiduría de lo alto, para no apoyar la escalera
en la pared equivocada.
De otra parte, no basta con tener
visiones de futuro, sino contar con las estrategias correctas; tan importantes
son las metas como los métodos. Una persona
puede tener metas correctas, pero equivocarse en los métodos. Y volvemos a lo mismo, así la persona tenga
objetivos y metas adecuados, pero las estrategias y métodos que utiliza con
incorrectos, no logrará obtener los resultados esperados.
Por supuesto, que en todo este
proceso, los principios y valores son determinantes. Los principios y valores garantizan la
rectitud de los objetivos, nos aseguran que vamos por el camino correcto, nos
generan la seguridad y tranquilidad de conciencia de saber que estamos haciendo
las cosas bien, y son garantes de éxito.
Pero nunca olvidemos la
importancia de estrategias eficaces. De
lo contrario, nuestro trabajo quedaría resumido a buenas intenciones o propósitos,
pero sin resultados efectivos. Y siendo
honestos, no podemos pasarnos por la vida conformistas y resignados a
resultados no esperados ni anhelados, quedando con la a la deriva o al margen
con satisfacción de “por lo menos lo intentamos”.
Nadie quiere ir a una batalla, a una competencia
para perderla; de allí la importancia de lo que nos dice el sabio Salomón, de
una parte debemos prepararnos para el éxito, y hacer todo aquello que esta en
nuestras manos para que las cosas nos salgan bien y conseguirlo; de otra parte,
considerar asociarnos con aquel que tiene poder para darnos la victoria, aun en
situaciones que escapan a nuestro control o posibilidades.
Tener en cuenta a Dios no solo es
una acto de fe, sino de humildad, es una manera de evitar caer en la jactancia
y en el orgullo personal. Una de las razones más comunes de fracaso es la
soberbia. Las personas llegan a estar tan
convencidas de su capacidad y autosuficiencia, que yerran en aspectos
elementales que subestimaron o dieron por hecho.
La preparación demanda estudiar y
planear cuidadosamente una acción ante de llevarla a la ejecución, o feliz realización.
Recuerde, no es tramar, ni conspirar, ni maquinar maquiavélicamente algo,
porque en este tipo de plan no actúan los principios y valores; y en consecuencia, estaríamos actuando por fuera
del respaldo y la bendición de Dios. Por Alexander Dorado Alban.
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