“Trata tu causa con tu compañero, y no descubras el secreto a
otro, no sea que te deshonre el que lo oyere, y tu infamia no pueda repararse”.
(Proverbios 25:9-10)
Este llamado a la discreción y prudencia no es solo aplicable
en los asuntos financieros sino a diferentes situaciones de la vida. Es común, el caso de relaciones de familia,
amistad o negocios, que se ven comprometidas, afectadas, dañadas, deterioradas,
que terminan por romperse porque no hubo un manejo correcto de los negocios y
de aspectos privados o confidenciales.
Por lo general, cuando alguien quiere resolver una situación
personal de tipo financiero, a quienes primero acude en busca de una solución o
ayuda, es a sus familiares y amigos; pero infortunadamente, estas relaciones
pueden verse afectadas por un situación malograda, el asunto es que esta
situación trascienda a otros.
Cuando un amigo le falla a otro, en algo que se ha
comprometido, no solo afecta la relación que amenaza en perderse, sino que dependiendo
de la gravedad de la situación quedan amarguras, rencores, resentimientos, y
esto da pie, a que la persona que salió mas afectada, le cuente a otros.
Luego, una situación desafortunada entre dos amigos o dos
personas cercanas, es usada para enterar a otros del hecho. Y en esta parte, dice el Sabio Salomón, “ni
descubras el secreto”. Esto no significa
que usted vaya a recomendar a la persona, pero tampoco se trata de difamarla o
desacreditarla.
Porque el afán que mueve a la persona a descubrir a la otra,
ni siquiera es por advertir o prevenir a un tercero de algo que el ya vivió;
sino que la herida que no se ha sanado, y que sigue destilando, rencor,
amargura o resentimiento, es la que impulsa a la persona a hablar lo que
debiera callar.
Y el manual de la vida nos advierte de no desacreditar a
nadie; eso que le pasó, debe quedar entre usted y esa persona; más aun, a
considerar otros factores que tal vez llevaron a la persona a actuar de esa
manera, y que no siempre es la “mala fe”, o un comportamiento cuestionable.
No sea que aquel que le escuche, le diga, “a mi no me
cuente”, y salga usted regañado, por un tercero, a quien no le interesa saber
de ese asunto, ni participar de esa situación, y mucho menos prestarse para
desacreditar a alguien.
Si por alguna razón, tuvimos una experiencia desafortunada
con alguien, y quedó un malestar, esa no es una razón valida para ir contando
chismes, o desacreditando a la persona. Recuerde aquella regla de oro, “no
hagas a otro lo que no quieres te hagan a ti”. Todos alguna vez nos hemos equivocado, y esto
no le da derecho a nadie, de hacer de ese error una referencia obligada, para
difamar o deshonrarnos.
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