“Camina en su integridad el justo;
sus hijos son dichosos después de él”. (Proverbios 20:7)
En el diccionario Larousse, aparece citado el nombre de un
Presidente de Colombia, es muy normal que esto suceda, ya que en un libro de
consulta como este, quedan registrados aquellos líderes, estadistas y hombres
que han escrito la historia de sus países o de la humanidad. Lo triste y lamentable es lo que en este
caso, registra el diccionario acerca de este personaje, “Presidente de
Colombia, cuyo gobierno estuvo relacionado con el narcotráfico”.
¿Qué le parece? De esa manera será recordado ese hombre de
Estado, es lo que se dirá de él y de su periodo de gobierno en las aulas de
clase, eso será lo que se diga de él en
el futuro. Ese fue el reglón que le
aportó al país en su historia reciente. Y así en el inconsciente colectivo ese
episodio termine por borrarse, no será quitado de los anales y de los libros de
historia. Así como, el peso que tendrán que
llevar sobre sí, sus hijos o nietos que heredaron su apellido y porque no
decirlo, hasta los colombianos.
Es común encontrar que el apellido de una familia se asocia
con una actividad comercial y en algunos casos, ha llegado a ser tal su
trayectoria que han logrado una fama, reconocimiento o prestigio internacional;
pero también está la otra cara de la moneda, aquellas familias, cuyos nombres
siempre han estado relacionados o asociados con actividades cuestionadas, al
margen de la ley o de la moral, y que no escapan a la sanción social.
Dice un salmo, “en memoria eterna será tenido el justo”, que
hermosa recompensa para aquel que pasó por este mundo dejando una huella de
bendición. Muchos se preguntan,
¿Realmente, vale la pena ser buena persona, portarse bien, hacer buenos
negocios? Claro que si vale la pena, porque entre muchas otras razones, eso hace
parte fundamental de la herencia moral y del buen nombre que legue a sus hijos
y a los hijos de sus hijos.
Hay hombres que trascendieron a su tiempo, uno de ellos fue
el rey David, el rey mas amado y admirado por el pueblo de Israel hasta el día
de hoy. David no solo fue un gran rey,
sino que se convirtió en un modelo a
imitar, fue un hombre que a pesar de sus debilidades, se esforzó en andar en
integridad. Todos aquellos que anduvieron
en los caminos de David, fueron grandes reyes; los que no lo hicieron fueron
reyes perversos que llevaron a su país y a su pueblo a la ruina y la
decadencia.
Un hombre debe medir muy bien sus acciones, porque existe una
ley que invariablemente se cumple, la ley de la siembra, “todo lo que el hombre
sembrare eso segara”, sea él o su descendencia. Y nada resulta más injusto y
frustrante para alguien que tener que cargar con los pecados, errores o
equivocaciones de otros. De otra parte,
nada hace más feliz a una persona, que heredar un buen nombre y legado de una
persona que anduvo en integridad y trascendió a su generación.
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